El mes pasado fue una locura, tan lleno de todo. Dirigí mi
primer cortometraje y fue la experiencia más increíble, amé cada segundo,
incluso cuando lo odiaba todo y a todos y sólo quería encerrarme a llorar. Pasé
Navidad en Tamaulipas con mi familia por primera vez en varios años, fue cálido
y dulce estar con ellos otra vez.
Año Nuevo fue en Tulum de nuevo, se está convirtiendo en una especie de tradición,
se sintió bien estar con mi tribu otra vez. Me daba miedo ir porque pensaba que
no querría dejarlo, que me arrepentiría de haberme mudado al D.F. y trataría de
quedarme en la playa. Pero eso no pasó, disfruté y lo aprecié todo: el lugar,
la gente, la vida, pero también supe que estoy donde debo estar en éste momento.
No voy a mentir, por supuesto que hubo momentos cuando estaba sola en la playa,
sintiendo la brisa en mi piel y la arena entre mis dedos o cuando bailaba con
mis amigos hasta que la noche se convirtiera en día, todos riendo y viviendo y
amando, o esa noche en la alberca bajo las estrellas caribeñas, no quería que
esos momentos terminaran nunca.
Pero ahora estoy de regreso en la ciudad, de regreso en la
escuela y es maravilloso. Hemos estado editando nuestros cortometrajes y a
veces lo amo y a veces lo odio y pienso que es basura. Pero en general todo es
pacífico y el año está empezando de la mejor manera. Y aun así no estoy escribiendo,
me siento un poco desinspirada y apática, un poco vacía. Como si todo fuera demasiado bueno, no hay drama y trato de buscarlo. Me asusta que tal vez esté
creando algún tipo de dependencia a no estar bien para poder crear.
Hubo un momento en el que mi vida
era caos puro. Nada tenía sentido y había un océano de confusión en mi cabeza y
aceite en las venas . Fernando y yo habíamos terminado y el dolor que sentía en
el pecho era insoportable, veía los días pasar sin poder hacer nada más que
llorar, verdaderamente pensaba que me iba a morir. No podía comer, dormir, ni
siquiera hablar. Todo dolía y no podía imaginarme como ser feliz de nuevo, ni
hablar de amar. Me despertaba a media noche llorando y gritando porque los
demonios de mis pesadillas se sentían demasiado reales, pero sólo despertaba
para encontrarme con la soledad de una cama vacía. Todos estaban preocupados por
mí y tenía que tomar pastillas para tranquilizarme. Estar viva era demasiado. Cada
vez que pensaba que por fin iba a salir de aquel obscuro agujero, volvía a caer
aún más hondo. La vida se me iba de las manos
y el terror me paralizaba.
Después de varios meses así, me
sequé, ya no podía llorar o sentir nada más. Estaba vacía, como un fantasma, toda
mi energía había sido drenada y no tenía nada más para dar. Era tan miserable
que aún me asusta el sólo pensarlo. Fer y yo trabajábamos juntos, ver su cara todos los días era lo más difícil.
Luego de un tiempo, la vida
nocturna se convirtió en mi escape; trabajaba toda la mañana, dormía toda la
tarde y me iba de fiesta toda la noche, todos los días. Tuve romances fugaces
con personas de diferentes partes de la Tierra, algunos se convirtieron en
grandes amigos, otros se fueron con el mar para no ser mencionados nunca más.
Había mucha música y diversión y
cosas que uno no debe hacer, sentía otra vez, todo era locura y era real. Dolía
pero lo quería, porque así podía escribir y ser apasionada, y ahora que todo
está tan bien balanceado no estoy segura de que pueda. Hace algunos días
encontré en una vieja libreta algo que escribí en ese tiempo, y me da miedo que
no pude reconocerme, que diferente pienso y siento ahora. Y de cierta forma lo
deseé, pero no, porque ese tipo de sentimientos sólo son románticos y poéticos
cuando ya se fueron.
Éste es el texto que encontré,
cuando originalmente lo escribí no pensaba mostrarlo nunca, pero por el bien de
la sanidad lo haré hoy:
Los ceniceros están repletos de colillas, el piso de
empaques de comida chatarra y la cama de cajetillas de cigarros, papeles y
cables. Las plantas se mueren de sed y las paredes de silencio. No hay nadie
aquí más que pensamientos. No quiero salir porque no quiero sonreír y tener
conversaciones triviales. No me interesa buscar el amor o la felicidad. No
quiero pensar, sólo quiero sentir. Sólo quiero escribir, sólo quiero sangrar
emociones. Es raro ser así, a veces se siente como si tuviera muchas personas dentro
de un mismo cuerpo. Miles de historias en una sola vida. Y es como si supiera
quien soy pero al mismo tiempo no. A veces todo es demasiado confuso y siento
que vivo en un torbellino y todo pasa demasiado rápido y demasiado lento al mismo
tiempo. Y es que todo es demasiado. Siempre he estado buscando algo que no sé que
es. ¿Qué pasará si lo encuentro? No sé si sabré reconocerlo. Es difícil saber si lo que siento es real o
solo es un producto más de mi mente. ¿Qué pasa si el único punto es ese? Sentir y seguir buscando.
Sé que soy un desastre y un huracán de dudas y emociones. No
sé lo que quiero y muchas veces no sé lo que soy. Soy afortunada y maldita, mujer
y hombre, luz y obscuridad. Estoy perdida y sola pero en el camino correcto y
acompañada. No entiendo la vida y no sé si algún día me resignaré a no tratar
de comprenderla. Soy historias y recuerdos, sueños e ilusiones, penas y
sufrimiento. Me gusta escribir y contar cosas pero odio hablar y prefiero
escuchar. Veo todo y me fascina, es un misterio y un drama. Amo el amor y lo
odio. Me encanta la pizza y las ensaladas, el yoga y el tabaco. Soy mil y un
contradicciones. Vivo en un mundo extraño, rodeada de hormigas que piensan y
criaturas que no puedo ver. Me gusta la música que me hace escribir y prefiero
la tristeza porque hace estallar mi corazón y que corra sangre de tinta por mis
dedos. Algunos de nosotros solamente destruyéndonos poquito a poco podemos sentirnos
vivos. Talvez simplemente estamos
demasiado dañados. La luz es blanco puro, la obscuridad negro total y la sangre
rojo carmesí. Todo lo que es real es intenso. Incluso el amor, la tristeza y la
felicidad.
Me asusta pensar que lo que dice mi mente no es real, es
confuso y aterrorizante no poder confiar en tu propio cerebro. Como si el mundo
en realidad fuera algo subjetivo y existieran muchas versiones paralelas de mi
vida, todas sucediendo al mismo tiempo sin poder distinguir cual es la que en
verdad estoy viviendo y cuales no suceden en la Tierra. A veces siento que me
vuelvo loca tratando de descifrarlo todo y entonces me preocupo demasiado y
todo se vuelve aún más confuso y me marea. Y de repente ya no puedo respirar,
mi cabeza da vueltas y mis manos tiemblan. Y necesito tomar una de esas
pastillas que hacen que me calme aunque sea por unos instantes. Pero después me
doy cuenta que ya ni siquiera puedo deshacer los puños que tengo ni quitarme la coraza y entonces necesito dos
pastillas. Y cuando todo está bien, se vuelve aún más atemorizante porque no se
siente real y solo estoy esperando el momento en el que golpeé la tormenta. Todo
se vuelve aburrido porque no siento, y si no siento entonces ¿para qué vivo? Así que busco otro accidente.
A veces me encuentro diciendo cosas que no pienso, cosas que
ni siquiera creo en lo absoluto pero aun así las digo solo para llevar la
contra. Es como si en lugar de querer encajar quisiera todo lo contrario y no
hay nada que rechace más que a la gente. Aunque ya se jugar perfectamente bien
mi papel y sonreír cuando hay que hacerlo y decir las palabras correctas, así
que me censuro. Porque no quiero que piensen que estoy loca, no quiero que
crean que hay algo mal en mí y se preocupen.
Porque no me importa lastimarme a mí, pero me mataría hacerle daño a
alguien más, sobre todo a la gente que quiero.
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